Mª.
Carmen García Tejera
Universidad de Cádiz (España)
Universidad de Cádiz (España)
Emilio
Castelar y Ripoll nace en Cádiz el 7 de Septiembre de 1832. Sus padres, Manuel
Castelar y María Antonia Ripoll, de ideología liberal, eran oriundos de
Alicante. Habían contraído matrimonio poco antes de la Revolución de Riego
—de quien eran amigos y acérrimos defensores. Pero cuando Fernando VII
restauró la Monarquía absoluta, Manuel Castelar fue condenado a muerte y hubo
de exiliarse durante siete años, algunos de los cuales transcurrieron en
Gibraltar. Finalmente, en 1831, el matrimonio —padres ya de una niña— logra
reunirse en Cádiz. Al año siguiente nacía Emilio.
La estancia de la familia Castelar en
Cádiz fue tranquila y apacible. Manuel Castelar era agente de cambios y muy
aficionado a la lectura y al estudio: su propio hijo —a quien pretendía
inculcar su interés por la cultura— recuerda la biblioteca familiar como una
de las mejores que existían en Cádiz, tanto por el número de libros como por
la variedad de materias.
Pero en 1839, Manuel Castelar muere
repentinamente: su hijo contaba tan sólo con siete años. La familia quedó sin
recursos y hubo de trasladarse a Elda (Alicante), acogida por una tía materna.
A partir de entonces, María Antonia Ripoll —la madre— se convierte en
elemento clave para la formación del pequeño: pese a la penuria económica,
decidió conservar íntegra la biblioteca de su esposo y llevar adelante los
proyectos que éste tenía sobre su hijo. Es ella quien lo estimula a leer,
hasta tal punto que —según confesaría Castelar más adelante— leía todo
lo que tenía a su alcance, libros o periódicos; leía en todas partes, incluso
cuando caminaba por la calle…
En 1845 inició sus estudios de
Segunda Enseñanza en el Instituto de Alicante. Muy pronto, los profesores
advierten la precocidad del joven Castelar que, con apenas trece o catorce años,
traducía textos latinos con gran exactitud y además, con cierta elegancia
expresiva. Ya por entonces se va perfilando su vocación: le entusiasman las
Humanidades, pero apenas se interesa por las materias científicas. Realiza sus
primeros (y desconocidos) tanteos como escritor: él mismo recuerda cómo componía
novelas, folletos políticos, discursos históricos y meditaciones religiosas.
Paradójicamente, quien años después iba a ser considerado como uno de los más
prestigiosos oradores españoles, se declara "extremadamente tímido",
hasta el punto de que fue el único lector de aquellos escritos juveniles que,
apenas concluidos, se apresuraba a destruir.
En 1848 se traslada a Madrid y se
matricula en la Facultad de Derecho. Dos años más tarde obtiene una plaza
pensionada en la Escuela Normal de Filosofía, lo que le permite —con gran
orgullo por su parte— atender a su manutención y a la de su familia. Comienza
así su función docente, como profesor auxiliar de Literatura Latina y Griega,
y de Literatura Universal y Española. Entre 1853 y 1854 obtiene el grado de
Doctor con una tesis titulada Lucano: su vida, su genio, su poema.
Estos años universitarios
constituyen el esbozo de su actividad oratoria y periodística: participa en
algunos debates y publica artículos en algunos periódicos. Contó con el apoyo
de un familiar suyo, el conocido orador Antonio Aparisi y Guijarro, de tendencia
conservadora, razón por la que, años después, se enemistó con él. Hay que
recordar, además, que entre los condiscípulos de Castelar había eminentes
oradores y políticos: citemos, entre otros, a Antonio Cánovas y Francisco de
Paula Canalejas. Con apenas veinte años, Castelar era un joven que —según
sus propias palabras— profesaba un exaltado amor a la libertad (sin duda,
herencia paterna) junto con un exacerbado misticismo, producto de la estricta
educación religiosa que le había inculcado su madre.
Efectivamente, por sus orígenes
familiares, Castelar se halla fuertemente vinculado al partido demócrata: un
partido minoritario frente a los dos más arraigados entonces: el moderado y el
progresista. Tras la Revolución de Vicálvaro (1854), y con objeto de replicar
al Manifiesto de la Unión Liberal, el partido demócrata había organizado una
reunión en el Teatro de Oriente madrileño el 25 de Septiembre de 1854, en el
que se daría a conocer su propio Manifiesto que contenía una serie de
peticiones consideradas como revolucionarias (igualdad de derechos y deberes
para todos los ciudadanos, obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza,
desamortización civil y eclesiástica). Las propuestas se discutían
acaloradamente, hasta que un joven de veintidós años, desconocido, pidió la
palabra y, tras presentarse como Emilio Castelar, comenzó así su intervención:
"¿Queréis saber lo que es la democracia? […] Voy a defender las ideas
democráticas si deseáis oírlas. Estas ideas no pertenecen ni a los partidos
ni a los hombres; pertenecen a la humanidad. Basadas en la razón, son como la
verdad, absoluta, y como las leyes de Dios, universales".
Podríamos decir que con esta
intervención comienza la "biografía oficial" de Emilio Castelar. Su
discurso fue interrumpido incesantemente con aplausos y aclamaciones: al día
siguiente, toda la prensa reproducía sus palabras y se deshacía en elogios
hacia el joven orador, al que se proponía como Diputado a Cortes, pese a no
contar aún con la edad reglamentaria. Castelar se limitó a agradecer cortésmente
tanto los elogios recibidos como los ofrecimientos de cargos y honores, pero dejó
bien claro que "jamás abandonaría la causa de la libertad y de la
democracia".
Castelar —que seguía dedicado a la
docencia en la Universidad— no logró entonces el número de votos suficientes
para ser Diputado, pero en cambio acrecentó su popularidad colaborando en periódicos:
ese mismo año comienza como redactor en El Tribuno del Pueblo y en 1855,
en La Soberanía Nacional. En 1855 aparece su primera novela, Ernesto,
con ciertos rasgos autobiográficos, y al año siguiente, otra más, de carácter
histórico: Alfonso el Sabio. El Bienio Progresista favorece una mayor
libertad de expresión en la prensa: Castelar escribió en el recién fundado La
Discusión, periódico de corte demócrata, entre 1856 y 1864.
En febrero de 1857 oposita a una Cátedra
de Historia Crítica y Filosófica de España en la Universidad Central de
Madrid, que obtiene por unanimidad. Su docencia se extiende también al Ateneo,
donde ante un público más heterogéneo, desarrolla un ciclo de conferencias
bajo el título de Historia de la civilización en los primeros cinco siglos
del Cristianismo. Este año termina con dos acontecimientos trascendentales
en su vida, aunque de signo bien distinto: de un lado, la publicación de su
ensayo La fórmula del progreso, donde resumía algunos principios que
configuraban su ideal de la democracia y que suscitó una fuerte polémica; de
otro, el fallecimiento de su madre, circunstancia que le apartó de la vida pública
durante algún tiempo.
En enero de 1860 reanudó sus
lecciones en el Ateneo madrileño. En esta ocasión ataca duramente la actuación
del Gobierno, sobre todo, a partir de 1864, el encabezado por Narváez. En 1862
había publicado La Hermana de la Caridad. También en 1864 funda y
dirige el periódico La Democracia, cuyos artículos son multados y
censurados continuamente. Uno de los que provocó mayor escándalo fue el
titulado "El rasgo" (aparecido el 24 de febrero), en el que Castelar
criticaba duramente y ridiculizaba las "donaciones" económicas que
había hecho Isabel II.
Tras este suceso —y acusado de
haber participado en revueltas universitarias—, el Gobierno de Narváez
destituye a Castelar de su Cátedra. El apoyo de sus alumnos y de sus propios
colegas culmina con unas manifestaciones estudiantiles que, duramente reprimidas
por el ejército, se saldan con varios muertos y numerosos heridos: es la trágicamente
célebre "Noche de San Daniel" (10 de abril de 1865). Como resultado,
Alcalá Galiano muere fulminado por una apoplejía; los catedráticos de la
Universidad Central dimiten para no tener que sustituir a Castelar y Narváez
abandona el Gobierno. O’ Donnell, su sucesor, restituye a Castelar en su Cátedra
y acalla las polémicas suscitadas por sus artículos. Castelar, fortalecido, se
muestra cada vez más combativo y participa en los pronunciamientos progresistas
de enero y junio de 1866. Salva su vida gracias al apoyo de Carolina Coronado y
—paradójicamente— de la misma Reina, Isabel II. Pero es condenado a garrote
vil y tiene que huir de España.
Comienza entonces un azaroso exilio
de dos años (entre 1866 y 1868) que, pese al sufrimiento que le provoca el
alejamiento de su patria, Castelar califica de "gran escuela". Durante
este tiempo tuvo ocasión de recorrer varios países europeos (Francia, Suiza,
Italia, Inglaterra, Alemania…) y de conocer a importantes estadistas, políticos,
pensadores y escritores (Victor Hugo, Gambetta, Julio Simon…). Además,
colaboró como corresponsal en los principales periódicos de Latinoamérica. El
Siglo (Montevideo), El Monitor Republicano (México), La Nación
(Buenos Aires), La Raza Latina… Estas colaboraciones le ayudaron a
rehacer algo su maltrecha economía.
El triunfo de la Revolución de 1868
("La Gloriosa"), de signo progresista, le permitió regresar a España.
A partir de entonces, participó más activamente en política: tomando como
modelo las leyes democráticas de Norteamérica, quiso impulsar una reforma de
los gobiernos monárquicos. En 1869 fue elegido Diputado a Cortes (primero, por
Zaragoza y por Lérida; más tarde, por Valencia y por el distrito de Aracena):
entonces fue cuando demostró verdaderamente sus dotes como orador
parlamentario, con intervenciones que se recordaban como memorables: una de las
más conocidas fue la polémica que mantuvo con el Canónigo Manterola (abril de
1869), en defensa de la separación entre Iglesia y Estado, y de la necesidad de
poner fin al poder temporal del Papado. Entre 1870 y 1873 —durante el reinado
de Amadeo de Saboya— Castelar se mantuvo en la oposición. En 1872 se habían
publicado sus Recuerdos de Italia, libro de viajes en el que recoge
muchas de sus impresiones de la época en que vivió exiliado en Roma. Y al año
siguiente, además de una recopilación de sus discursos, una Vida de Lord
Byron.
La proclamación de la Primera República
lo sitúa en el poder: Figueras, el primer Presidente, lo nombra Ministro de
Estado. Pese al reconocimiento de su valía como orador y político, es ésta
una etapa particularmente dura en la vida de Castelar: consciente de los graves
peligros que amenazaban a España (anarquía, insurrecciones separatistas…)
fue capaz de renunciar a sus principios ideológicos y apoyar a un Gobierno que
no era el de su partido. Como Presidente de la República (desde septiembre de
1873), actuó a menudo, no sólo en contra de su partido, sino de sus propias
convicciones, a fin de conseguir para la nación la paz y el orden que tanto
necesitaba: se le acusa, incluso, de comportarse como dictador cuando hace
frente a los numerosos problemas que padecía España (crisis económica,
conflictos internacionales, insurrección de Cuba…).
Las Cortes lo obligaron a dimitir el
2 de enero de 1874. Unas horas más tarde, entraba Pavía en el Congreso. La
Primera República había terminado.
Tras el pronunciamiento de Martínez
Campos y la Restauración de la Monarquía, Castelar se marcha de España,
reside en París y viaja por otros países europeos. Publica con asiduidad:
varias novelas (Historia de un corazón —1874—, Fra Filippo Lippi
y Ricardo —ambas de 1878—) así como numerosos ensayos y discursos.
En 1880 ingresa en la Academia de la Lengua y, al año siguiente, en la de la
Historia. El 2 de octubre de 1880, formula en Alcira (Valencia) el programa de
un nuevo partido político, el "Posibilista", de signo democrático.
Siguió, además, colaborando con el partido progresista y, convencido de que
España necesitaba en aquellos momentos, más que una República conservadora,
una Monarquía democrática, aboga por el establecimiento de esta última, en
contra —una vez más— de sus propias ideas y de su partido, al que pide, en
primer lugar, que lo abandone a él y, luego, que se disuelva (Discurso del 7 de
febrero de 1888). Continúa, incansable, escribiendo y viajando: en 1888 esboza
un proyecto de Historia de España, que no llegará a completar, y en 1895, una
Historia de Europa en el siglo XIX, también inconclusa. Viaja a París en dos
ocasiones (1889 y 1893), y a Roma (1894), donde visita al Papa León XIII.
Cansado y enfermo, Castelar abandonó
la política activa, aunque intentó volver a ella tras el asesinato de Cánovas
(1897), presentándose como diputado por Murcia. Ese mismo año regresó por última
vez a Cádiz, donde pronunció en el Casino un emotivo "Discurso de acción
de gracias a Cádiz". El último año de su vida transcurrió entre Sax,
Mondariz, Madrid y San Pedro del Pinatar, donde falleció el 25 de mayo de 1899.
Seis días después, era enterrado en Madrid en medio de un gran clamor popular.
EMILIO
CASTELAR: SINOPSIS DE SU VIDA Y OBRA
1ª Etapa: 1832-1854
-
Nace en Cádiz. Tras el fallecimiento de su padre (1839), la familia se traslada a Elda (Alicante). Bachillerato en Alicante. Estudios universitarios en Madrid. Profesor en la Escuela Normal de Filosofía. Tesis doctoral: Lucano: su vida, su genio, su poema (1853-54).
2ª Etapa: 1854-1866
·
Discurso sobre la Democracia (Teatro de Oriente, Madrid, 25 septiembre
1854). Comienza su actividad pública. Colaboración en periódicos: El
Tribuno del Pueblo (1854), La Soberanía Nacional (1855), La
Discusión (1856-1864). Publica sus dos primeras novelas: Ernesto
(1855) y Alfonso el Sabio (1856), y unas Leyendas populares
(1857).
·
Catedrático de Historia Crítica y Filosófica de España (Universidad
Central, 1857). Lecciones en el Ateneo: Historia de la civilización en los
primeros cinco siglos del Cristianismo. Publica La fórmula del progreso.
·
Publica otra novela, La Hermana de la Caridad (1862, segunda parte de
Leyendas populares). Funda y dirige La Democracia (1964): ataques
al Gobierno de Narváez. Artículo "El Rasgo" (24 febrero 1864).
Castelar es destituido de su Cátedra. Sucesos de la "Noche de San
Daniel" (10 abril 1865). Gobierno de O’ Donnell: Castelar vuelve a su Cátedra.
Participación en pronunciamientos progresistas (enero y junio de 1866). Condena
a muerte y huida de España.
3ª Etapa: 1866-1874
·
Dos años de exilio (1866-1868): recorre diversos países europeos (Francia,
Suiza, Inglaterra, Alemania…). Corresponsal en periódicos latinoamericanos: El
Siglo, El Monitor Republicano, La Nación, La Raza Latina…
·
Regreso a España (1868). Elegido Diputado a Cortes (1869): intensa
actividad parlamentaria que se recoge en Discursos Parlamentarios en la
Asamblea Constituyente (1869-1870) (1871) y Discursos Parlamentarios y
Políticos en la Restauración (1871-1873). Otras publicaciones: Recuerdos
de Italia (memorias, 1872), Vida de Lord Byron (1873).
·
Proclamación de la Primera República Española (1873): Castelar es
nombrado por Figueras Ministro de Estado. Tras los mandatos de Figueras, Pi y
Margall, y Salmerón, accede a la Presidencia (septiembre, 1873). El 2 de enero
de 1874 las Cortes le obligan a dimitir. Fin de la Primera República.
4ª Etapa: 1874-1899
·
Restauración de la Monarquía (1874). Castelar se marcha a París y viaja
por Europa. Numerosas publicaciones: Historia de un corazón (novela,
1874), Un año en París (memorias, 1875), Fra Filippo Lippi
(novela histórica, 1877-78), Ricardo (1878), Ensayos literarios
(1878).
·
Ingresa en la Real Academia de la Lengua Española (1880) y en la de
Historia (1881). Presenta el programa de su nuevo partido, el
"Posibilista", en Alcira (Valencia) (2 Octubre 1880). Aunque retirado
de la política, continúa colaborando con el partido progresista. Nuevas
publicaciones de Discursos (s.f., hacia 1880), Retratos históricos
(1884), El suspiro del moro (leyendas y tradiciones, 1885), Galería
histórica de mujeres célebres (8 vols., 1886-1889), Nerón (1891), Historia
del Descubrimiento de América (1892) y una Historia de Europa en el
siglo XIX (6 vols. Iniciada en 1895 y culminada, tras su fallecimiento, en
1901 por M. Sales y Ferrer).
·
Asesinato de Cánovas (1897): nuevo intento —fallido— de Castelar por
regresar a la actividad política. Se retira a San Pedro del Pinatar (Murcia)
donde fallece el 25 de mayo de 1999. Entierro en Madrid.
Fuentes
consultadas para la elaboración de esta biografía
·
Alberola, G. Semblanza de Castelar, 1905.
·
Boada y Balmes, M. Emilo Castelar. Nueva York: 1872.
·
Castelar. E. Autobiografía y discursos inéditos. Prólogo de Ángel
Pulido. Madrid: 1922.
·
González del Arco, M. Castelar: su vida y su muerte. Bosquejo histórico
biográfico. Madrid: 1900.
·
Herrera Ochoa, B. Castelar. Madrid: 1936.
·
Jarnés, B. Castelar, hombre del Sinaí. Madrid: 1966.
·
Llorca, C. Emilio Castelar, precursor de la Democracia Cristiana.
Madrid: 1966.
·
Sánchez del Real, A. Emilio Castelar. Su vida y su carácter.
Barcelona: 1873.
·
Sandoval, F. De. Emilio Castelar. París: 1886.
·
Souto Alabarce, A. "Vida y obra de Emilio Castelar". Castelar, E. Discursos.
Recuerdos de Italia. Ensayos.
México: 1980.
Mª.
Carmen García Tejera
Universidad de Cádiz (España)
(Noviembre de 2000)
Universidad de Cádiz (España)
(Noviembre de 2000)
Fragmento de un discurso de Castelar
Señores, nosotros no podemos ser ni cortesanos ni conspiradores. No podemos ser cortesanos de la fortuna, porque nos lo impide, además de nuestra conciencia y de nuestro deber, el culto a ciertas tradiciones, sin las cuales ni gobernamos ayer, ni gobernaríamos hoy, ni gobernaremos mañana, pues a ellas se encuentra estrechamente unido nuestro crédito en el mundo y nuestro nombre en la historia; y no podemos ser conspiradores, porque nosotros no nos gloriamos de tener el rayo del cielo en las manos ni de apercibir a cada demócrata una revolución a domicilio. Las revoluciones, males a veces necesarios, pero males siempre, no entran ni pueden entrar en el dogma de ningún partido; y nadie las admite ni rechaza en absoluto, porque ningún agente social depende, en el grado que las revoluciones dependen del poder de las circunstancias. Lo que yo digo es que organizar un partido para la revolución y no para la legalidad, me parece una demencia; y que hacer la fuerza de arengas exaltadas y de organizaciones violentas, a un partido como el demócrata de carácter puramente revolucionario, es dar muestra de una imprevisión que se paga, y muy caro, el día de la victoria. (Viva aprobación) . A quien me pregunte si voy a nacer una revolución, le miraré de arriba a abajo con extrañeza, y le alzaré los hombros, como si me preguntara si iba a hacer una tormenta: que no tengo en mis manos, señores, ni la atmósfera de la tierra ni el espíritu de la sociedad.
(Discurso de Emilio Castelar de 02 de octubre de 1880)
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